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miércoles, 28 de octubre de 2015

Truco simple para el desbloqueo

Tengo que escribir. Lo necesito. Busco en el teclado con los dedos, palpo. Noto el relieve de las letras dibujadas sobre las teclas. Agito las falanges y aprieto siguiendo el ritmo que producen mis dedos sobre el plástico duro y negro: añslkdfj ñalskdjf ñalskdfj ñlaksdjf ñalskdjf ñalskdjf añlskdfj ñalskdjf añlsdkfj ñalskdfj ñalskdfj ñaslkdfj añlsdkfj ñalskdjf añlskdfj

Ahora. Recuerdo mis clases de mecanografía durante el último verano del colegio. Mis padres me obligaron. Yo no quería: todo el mes de julio de nueve a once de la mañana. Asco. Luego me ha servido de mucho, la mecanografía, no el asco. Y así, buceando en los recuerdos, me apareces tú. La mecanografía, tú y el último verano del colegio. No exististe, no hubo un tú, no tienes nombre siquiera, aún, pero empieza a fluir. El amor joven es un buen comienzo para cualquier historia: así puedo empezar.

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